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Por definición ambos se encuentran en contraposición, ¿verdad?
Hoy no se hablará de si tenemos libertad de elección en nuestra vida diaria, sobre cuántas de nuestras acciones están condicionadas por las redes neuronales de la actualidad o si la Teoría del Internet Muerto influye en nosotros.
Más bien, trataré de explorar la idea de unificar o conciliar la libertad propia con el aparente destino.
Para este acto de magia tengo que poner en claro cuáles y qué son cada uno de los conceptos de los que me apoyaré para ello:
- El Tiempo: La dimensión que percibimos en 1ra persona como un avance hacia enfrente y de la cual no podemos librarnos
- La Libertad: La capacidad de poder elegir y decidir con voluntad lo que queremos para nosotros mismos.
- La voluntad: La capacidad de los humanos de llevar acabo determinada acción con la creencia de que es una convicción propia.
- El Destino: Aquello que sucederá eventualmente, aquello que no es posible modificar porque es algo que sí o sí sucederá.
El dilema inicial
Aparentemente, la libertad y el destino son los elementos que no pueden existir en la misma historia.
El problema es que si hay destino entonces no hay libertad de elegir nuestro camino.
Entonces, si hay libertad el destino no existe porque nosotros forjamos ese camino con nuestra voluntad.
Como veo yo este debate es que ambas no pueden estar en el mismo nivel de la existencia, al menos así lo propone el problema inicial.
Sin embargo, pienso que sí puede existir una con la otra aunque entendiendo algo que tiene que ver con el tiempo primero.
La percepción del tiempo
Me parece determinante en este debate introducir al tiempo porque, como humanos y personas, pareciera que lo vemos separado de todo.
Me explico:
El tiempo como dimensión es algo que de momento nosotros lo transitamos de un punto al otro, por ejemplo:
De atrás para adelante
—->
Esto se debe a nuestra condición de ser en una tercera dimensión.
Hasta aquí parece que no hay novedad, ¿verdad?
Lo que hace falta entender es que un punto no puede ver una figura tridimencional, es más, ni siquiera se puede percibir a sí mismo como un punto.
Si una figura tridimencional atravesará la dimensión de un punto, éste último lo vería sólo como una línea que se alarga y achica a medida que pasa si es que el objeto varía en su tamaño.
Yo sé que esto puede ser muy abstracto, así que pongámoslo en términos de una película.
La vida como una película
Una película, en términos simples, es un video muy largo que se almacena en un rollo para ser proyectada por un aparato.
Un video es una secuencia de fotogramas que dan la impresión de movimiento.
Un fotograma es una fotografía sin movimiento, algo estático.
Nuestra vida, en este caso, es una película.
El rollo es el tiempo donde se almacena.
Los fotogramas son todos y cada uno de los momentos que vivimos.
Y nosotros somos el aparato que está proyectando esa película.
Nosotros vemos la secuencia en movimiento, pero no somos conscientes de la película completa porque estamos limitados a ver fotograma por fotograma.
En este caso, cada fotograma es el presente actual que tu estás viviendo.
¿Ya sabes para dónde voy?
El tiempo ya existió
El tiempo como lo percibimos no existe sino que existió.
El presente es sólo la ilusión que podemos ver, pero es sólo un fotograma que corre en este momento.
Ese rollo ya contiene nuestro tiempo en el que desarrollamos nuestra vida.
Y quizá estás pensando que la libertad ya perdió, que entonces no hay nada más que hacer y que el destino ganó, que todo está determinado y hagas lo que hagas no podrás cambiarlo.
Pero aquí es donde comencé a desenmarañar un poco esta visión un poco sombría de la vida si así lo quieres ver.
Un lienzo casi en blanco
Antes dije que el rollo es el tiempo que contiene la película de tu vida.
Pero nada dice que ese rollo no pueda ser un lienzo casi en blanco.
A ver, cuando llegué a la interpretación anterior mencionada del tiempo hasta a mi me costó tratar de ver una oportunidad para la libertad.
Entonces, concedo la idea de que en la película de tu vida habrán puntos de inflexión que no se podrán cambiar de ninguna manera como tu propia muerte, por ejemplo.
A lo largo de ella entonces habrán estas secuencias clave que serán inamovibles hagamos lo que hagamos.
El rollo puede mantener estos momentos contenidos y aún así permitir que exista la libertad en ella.
Libertad y destino: la conciliación
Entonces, si el tiempo contiene nuestros momentos de inflexión (a los que les llamaremos momentos destino), pero el lienzo se mantiene en blanco, entonces quiere decir que todavía podemos pintar sobre él.
Saliendo de términos artísticos.
Si un momento destino es que a los 38 años tu tienes que experimentar la muerte de la mascota más querida qué tendrás en toda tu vida, todavía tienes oportunidad de elegir si será un perro, gato, hámster, hurón, etc.
Si esa pérdida será porque la mascota tuvo un accidente o murió de longeva.
Si a los 25 años experimentarás la relación más tóxica, entonces puedes seguir eligiendo si será con una mujer, un hombre; si será al inicio de ella o al final.
Si un momento destino es que pierdas una mano, quizá sea porque elegiste hacer una actividad peligrosa y salió mal; o elegiste trabajar en x lugar donde ocurrió el dicho.
Es así que, tener momentos destino respeta la idea de que el tiempo ya existió y permitirte seguir eligiendo sobre lo que quieres con tu voluntad.
¿Es la solución definitiva?
No, estoy seguro de que existirán varias fallas en la lógica detrás de esto de las que no soy consciente al momento de escribir esto.
Estoy seguro de que quizá haya soluciones más elegantes y menos enredadas que estas.
En una de esas, quizá alguien ya la encontró en algún lugar del mundo y todavía no llega a mi (y puede que tampoco llegue nunca).
Los momentos destino, en este caso, sólo permiten mantener la ilusión de pensar que tenemos libertad.
Seres y personas tridimencionales físicos y unidimensionales temporales no podrían resolver esta cuestión porque no está en sus capacidades físicas.
Pero aún así vale la pena seguir pensando en una posible solución, en alguna adaptación qué nos permita, mínimo, ver la luz al inicio de la caverna.